Diversidad, talento y ritmo propio: nuestra experiencia en Backstage
- Escuela Backstage

- 14 jul
- 2 Min. de lectura

En Escuela Backstage creemos que la música y la danza no son solo formas de expresión, sino también caminos de desarrollo personal y social. Desde hace años, trabajamos con alumnado con diversidad funcional, trastorno por déficit de atención (con y sin hiperactividad) y altas capacidades, acompañando sus procesos desde un enfoque inclusivo, flexible y creativo.
Cada persona tiene su tempo, su estilo y su modo de aprender. Por eso, nuestras clases se organizan en grupos reducidos, lo que nos permite adaptar la metodología a las necesidades individuales y establecer vínculos cercanos y de confianza. Sabemos que el aprendizaje significativo se da cuando hay conexión emocional, y eso requiere tiempo, atención y mirada profesional.
Contamos con profesorado con formación en pedagogía, neurodesarrollo y diversidad, que comprende las características específicas del alumnado con TDA/TDAH (como la impulsividad, la necesidad de movimiento o la dificultad para sostener la atención), así como los perfiles de altas capacidades, donde es frecuente encontrar pensamiento divergente, sensibilidad elevada o frustración ante la rigidez del sistema educativo convencional.
Además, ofrecemos servicios de musicoterapia impartidos por profesionales titulados, dirigidos tanto a niñas y niños con necesidades específicas de apoyo educativo como a quienes se benefician de un enfoque terapéutico a través de la música. Desde la teoría del procesamiento sensorial hasta la autorregulación emocional, el trabajo musicoterapéutico abre espacios de crecimiento en los que el lenguaje musical es también un canal de comunicación no verbal, especialmente valioso para personas con TEA u otras condiciones del neurodesarrollo.
En Backstage no clasificamos por diagnósticos, sino que escuchamos, observamos y proponemos. La diversidad está presente en cada grupo, y lejos de ser un obstáculo, es el motor que nos hace aprender, adaptarnos y mejorar día a día.
Porque no hay una única forma de aprender, ni una única forma de brillar.








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